El fenómeno de cavitación emerge como un ballet acuático de pequeñas explosiones, donde las burbujas se forman y se desvanecen en el frío abrazo del agua. Es un baile de transformaciones físicas, donde la presión y el vapor convergen en un juego de fuerzas invisibles. Esta danza fluida puede ser tanto destructora como beneficiosa, dependiendo de su escenario: desde erosionar hélices marinas hasta esculpir contornos corporales con ultrasonidos. Es la poesía de la física aplicada, donde las burbujas efímeras danzan para remodelar lo tangible y lo estético.