Cuando vives en pareja, está claro que, en ocasiones, pueden surgir discusiones. ¡Ojalá pudierais vivir siempre como cuando empezasteis! Ella sin duda era la más guapa, la más comprensiva, la más profesional y lista. Él, el más atento, el más fuerte, el más romántico e inteligente.

Pero, inevitablemente el tiempo y la rutina de la convivencia te quitan la venda de tus ojos y empiezas a ver también los temibles defectos que todos tenemos. No es que lo quieras menos, sino que la relación está en otra fase, menos emocional y más madura.

Nadie es perfecto. Es hasta sano que surjan desavenencias en el día a día con nuestra pareja, tal y como defienden muchos psicólogos. Porque es precisamente en esos momentos cuando mejor podemos conocer a la persona con la que vivimos, ya que bajamos la guardia a los convencionalismos y mostramos nuestro lado más honesto.

Los psicólogos nos dan unas pautas para afrontar este tipo de situaciones: respetar el turno de palabra, esforzarnos por ponernos en los zapatos del otro, no levantar la voz, evitar palabras malsonantes, contar hasta diez antes de emitir un juicio irreflexivo, poner ejemplos de tus puntos de vista y recurrir al sentido del humor para enfriar el enfrentamiento.

Sin embargo, cuando vuelves a casa después de un duro día de trabajo y le ves sentado en el sofá, whatsappeando con el móvil mientras la cocina está hecha un desastre, le pondrías de “patitas en la calle”. Es fácil que digamos algo inconveniente en esos momentos álgidos de irritación máxima. Pero, cuidado, es imprescindible tener autocontrol y evitar ciertas frases que pulsarían la tecla de autodestrucción de vuestra relación.

Ahí van 10 de ellas que hemos clasificado en tres grandes grupos:

EVITA MOSTRARTE PREPOTENTE

  • “Déjame que te diga cómo se hace…”:

Craso error; nadie está en posesión de la verdad absoluta. Además, esta frase, dependiendo del tono con que sea dicha, puede transmitir una posición de superioridad que puede resultar ofensiva a la persona que la escucha. Es mucho mejor “sugerir cómo lo harías tú, por si te puede ayudar”, ¿verdad?

  • “Nunca haces nada bien”

Las frases que empiezan por un ‘siempre’ o ‘nunca’ (del tipo “siempre llegas tarde” o “nunca recoges tus cosas”) reflejan falta de confianza en tu pareja, o incluso de esperanza de que tu cónyuge aún tenga el deseo de mejorar. Generalizar nunca es buena idea.

Al hacer acusaciones tajantes lo único que conseguimos es que la otra persona se ponga a la defensiva y pase totalmente de escuchar lo que queríamos decirle. Es mucho más eficaz si sustituimos el “nunca me dices que estoy guapa” por “me gustaría que de vez en cuando te fijases en que me he arreglado”. Aunque tengas que repetirlo más veces de las que te gustaría.

  • “Te lo dije”

¡Pocas frases hay más insoportables que ésta! Controla tus alardes de sabiduría máxima y procura no acusar a tu pareja de haber fracasado en algo, aunque le hubieses sugerido previamente que podía no salirle bien.

Si ya te molestaba que tus padres te echaran en cara aquel devastador ‘te lo advertí’ cada vez que metías la pata, ¿qué te hace pensar que a tu pareja le haría gracia cuando la utilices contra ella? A nadie le gusta que nos traten como tontos. Sobre todo cuando es evidente que hemos metido la pata. Trata de empatizar y evita pisotear el dolorido orgullo de la otra persona si no quieres alentar al temporal…

  • “¿Pero cómo se te ocurre hacer…?”:

A veces no damos crédito a alguna de las locuras que nos pueden pasar por la mente. Pero los ataques personales del tipo “¿pero cómo has sido tan estúpido?” o “¿a quién se le ocurre hacer algo así?” frente a un comportamiento poco reflexivo o habitual en nuestra pareja, solo pueden conducir a descalificaciones y discusiones sin sentido que harán que, aún por encima de haberla liado parda, tu pareja se sienta un fracaso total.

Recuerda que “tu objetivo debe ser apoyar a tu pareja y animarla durante los tiempos difíciles, no hacerle sentirse mal”, como comenta la terapeuta matrimonial Becky Whetstone.

  • “¡Estás exagerando!”

O peor aún, el terrible ‘haz el favor de calmarte’. Mala idea. Reprimir los sentimientos de tu pareja o hacerla pasar por histérica, aunque desde tu punto de vista haya podido perder el norte, tan sólo hará que se cierre en banda y adopte una postura defensiva. Recuerda que no se puede apagar un incendio con más fuego…

 

LAS ODIOSAS COMPARACIONES

  • “Mi ex lo hacía mejor” o “¿por qué no puedes ser como…?”

Nunca, jamás, de ningún modo, compares a tu pareja con tus ex; ni siquiera en broma. ¡Y mucho menos para decirle que es peor en algo que ell@s! Puedes tener la certeza de que conseguirás el efecto contrario al que esperabas. Pensar en una persona con la que estuviste en el pasado puede ser de por sí hiriente para tu actual pareja, salvo que la comparación sea a su favor. Piensa en cómo te sentirías si fuera tu pareja quien te comparara (a peor) con su ex. Mal, ¿verdad?

Otro tanto sucede cuando le/la comparamos con otras personas, sean amigos, cuñados o el cónyuge de otra pareja. Piensa que si vives con tu pareja, es porque te gusta tal y como es. Por tanto, no es justo que ahora vengas pidiéndole que se comporte como otra persona. Recuerda que a todos se nos ve perfecto desde la distancia; incluyéndote a ti. Como reza un proverbio irlandés, “siempre se ve más verde el césped del vecino”.

  • “Eres igual que tu padre/madre”.

Dicen que todas las comparaciones son odiosas. Pero ésta, además, puede ser sangrante. ¡A los progenitores ajenos no se les menta jamás! Porque, con toda seguridad, esa comparación no la haces pensando en las virtudes de su familia, sino en sus defectos. De modo que, no solo le estarás ofendiendo, sino que estarás haciendo extensible la ofensa hacia su familia. Puedes contar con que tu pareja pasará automáticamente a la defensiva.

Si tu media naranja actúa como sus padres, es porque éstos le educaron así de pequeño. De modo que, con esta frase, habrás herido a dos personas a la vez. Además, si ya tenías un mal sentimiento hacia tu suegra, por ejemplo, esto solo contribuirá a empeorar la situación. Y si os lleváis bien y tu crisis se soluciona, ¿qué pasará la próxima vez que os encontréis cara a cara si llega a enterarse de lo que has dicho de ella?

pareja

DRAMA TOTAL

  • Si realmente me quisieras…” o el clásico “Ya no me quieres”

Con el drama de discutir ya tienes suficiente. No le digas a tu pareja lo que siente; ya es mayorcito/a para saber lo que piensa. Concéntrate sólo en lo que sientes tú. Hacerse la víctima y salirse por la tangente no resuelve nada.

Esta frase esconde un chantaje en toda regla. No obligues a que tu pareja se sienta presionada a hacer/decir algo que no quiera solo para demostrar su amor por ti. Aunque te pudiera funcionar a corto plazo, está demostrado que a la larga este tipo de manipulación termina por convertirse en resentimiento. En lugar de manipular a tu pareja, se transparente y dile lo que realmente deseas de él o ella. De este modo, estarás afrontando el problema de forma directa y madura y aumentarán las probabilidades de que lo haga por amor, y no porque se sienta un rehén emocional.

  • “Todo esto es culpa tuya”

Rotundamente falso. Muy rara vez lo que va mal en una relación es culpa de una sola persona. A veces nos mostramos intolerantes. O demasiado exigentes. O simplemente tenemos diferentes expectativas ante una situación que nos llevan a acusar a nuestra pareja de no haber satisfecho lo que esperábamos de ella. Pero, sinceramente ¿puedes afirmar con total seguridad que tú no tienes nada de culpa en vuestra discusión? ¿Ni siquiera un poco?

  • “Perdona, ¿qué me decías?”

El viejo truco de fingir que escuchas, cuando no te estás enterando de nada, puede servir con tu jefe, tu madre cuando se pone pesada o con esa amiga que nunca se cansa de hablar, pero con tu pareja te la puedes jugar.

Si estás demasiado ocupado en tus propios pensamientos como para poder escuchar a la otra persona, le darás a entender que no te interesa demasiado lo que dice. A la larga, acabará por sentir lo mismo hacia ti y dejará de escucharte. Y de perder el tiempo contándote cosas que sabe que no vas a escuchar.

 

De modo que, ya sabes, discutir es bueno; nos permite contrastar puntos de vista, afrontar discrepancias, aprender a respetarnos y conocernos mejor. Pero siempre y cuando la discusión se mantenga dentro de unos límites de diálogo y respeto mutuo, por supuesto. Evitando estas frases tendrás mucho ganado para conseguir que así sea.

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